lunes, 14 de septiembre de 2009

"Madre, yo al capital me humillo.."





¿Miedo a los impuestos? Sí, eso parece a tenor de las declaraciones de la Vicepresidenta Salgado, hoy recogidas por la prensa como puede verse, por ejemplo, en El País y Público, acerca de lo que al final será una leve subida impositiva para las rentas del capital, tan leve que no afectará a las sociedades que se denominan con las siglas SICAV: Sociedad de Inversión de Capital Variable. ¿Hacía falta tanta alforja para ese viaje?
Si no se toca la fiscalidad de las SICAVs no se llamará a las puertas de los grandes capitales para que contribuyan a financiar el déficit incrementado por las imprescindibles políticas sociales en tiempos de crisis. Gracias a ese invento descaradamente antisolidario, al que el PP dio cobertura legal en su etapa de gobierno, los capitales refugiados en una SICAV tributan al 1%, lo cual tiene toda la pinta de un trato fiscal de privilegio. Basta recordar la tributación de los beneficios empresariales entre el 25 y el 30% o el tipo del 43 % al que pueden llegar los niveles más altos de renta personal. Trae cuenta formar una SICAV, que para eso están la ciencia económica, la ingeniería financiera, los bancos y los gobiernos que lo permiten porque la ley lo ampara. Huele mucho a evasión fiscal legalizada. Y frente a tal invento es un mal argumento decir que si se toca por algún sitio se producirá una evasión de capitales, como ha insinuado la Ministra aduciendo que este tipo de sociedades se dan en todos los países europeos. Con esa lógica, nadie trataría nunca de acabar con los paraísos fiscales, dado que existen y parece imposible acabar con todos a la vez. ¿Para qué entonces las políticas comunes de la UE o las reuniones del G 20 y compañía?
Tendrá poca credibilidad cualquier medida de política fiscal al día de hoy, con la que ha caído y seguirá cayendo, si no se modifica la tributación de las SICAV. Quedarían como intocables, y en este caso no por parias, sino por aprovecharse del tabú que el capital, en sus núcleos duros, sabe tejer en torno a sí. La antropología lo dice: quebrantar los tabúes da miedo. Y si el miedo es invencible más vale que acabemos parafraseando a Francisco de Quevedo: "Madre, yo al capital me humillo...". Poderoso caballero sigue siendo don Dinero, ¡y que vuelva Paco Ibáñez para cantarlo una vez más!
Nota final. Un compañero me ha remitido amablemente un artículo sin desperdicio sobre tan pavoroso tema, escrito por otro ilustre compañero socialista, Luis Solana, en su página web "Una delgada línea roja": "Zapatero, espere a leer esto". Contrasten y lean.
Publicado por Pérez Tapias

Argumentos PTapias: Ideas claras y distintas para la comunicación política





La acción política requiere una comunicación eficaz. Así ha sido siempre, pero aún más, si cabe, lo es en nuestra "sociedad de la información y la comunicación", en la época de las "nuevas tecnologías", en tiempos en los que queremos que nuestra democracia sea participativa y deliberativa. Tenemos presente el republicanismo cívico.
No resolver bien la comunicación política trasladando con claridad a la ciudadanía qué se quiere hacer, por qué se toman tales o cuales decisiones desde el gobierno, que motiva unas leyes u otras, para qué las actuaciones que se emprenden desde el gobierno o que se proponen desde el partido, es estar condenado al fracaso. Y ello, además, porque suele ocurrir que si no se comunica bien es porque tampoco se escucha demasiado, con lo cual la relación entre emisor y receptor, con los "medios" entre ellos y los mensajes cruzados, se ve interceptada por malentendidos y distorsiones, cuando menos. Si para colmo hay otros protagonistas a quienes interesa que dicha comunicación no fluya y para ello hacen ruido o pervierten lo que circula por las redes de la información, entonces el panorama es aún más complicado para que la comunicación política se dé.
Siendo las cosas así en nuestro actual momento político, con ministros o ministras del gobierno que de vez en cuando incluso reconocen que la comunicación con la ciudadanía no es todo lo buena que debiera, no vendría mal acordarse de Descartes y sus reglas para la dirección de la mente. Es más, un poquito de su "método" también vendría bien para una comunicación política eficaz, es decir, capaz de cumplir sus objetivos. Cabe decir que sin "ideas claras y distintas", susceptibles de formularse con nitidez en un lenguaje inteligible, y de no confundirse con otras, sean propias y menos aún si son ajenas, la comunicación naufraga, y más en el terreno político, donde no vale aplicar lo de que en noche oscura todos los gatos son pardos. Precisamente en la noche oscura de una crisis como la que nos embarga hacen más falta todavía ideas claras y distintas que inspiren medidas de gobierno operativas a corto, medio y largo plazo, aptas por tanto para ser articuladas en proyectos coherentes y para incidir en una realidad compleja mediante una acción política que no se puede quedar en activismo con riesgos de inconexión o contradicción entre las cosas que se hacen.
En política, por consiguiente -lo diremos recordando al filósofo Austin-, es fundamental lo que se haga con las palabras. Hoy lo vuelve a remachar el especialista en comunicación Antoni Gutiérrez-Rubí en un artículo en El País que bien haríamos en prestarle atención: "Los errores de información del Gobierno". El mismo autor, cuya página web se puede visitar con provecho (http://www.gutierrez-rubi.es/), públicó otro en Público -"Zapatero y el laberinto de las palabras"- , hace meses, sobre el que se puede volver para retomar reflexiones que siguen siendo pertinentes. De hecho, la conexión entre uno y otro queda reforzada por una cita literal que aparece explícitamente en los dos. Las referidas palabras, siendo fácil recordar quién las pronunció, son éstas: "Lo habéis hecho bien, pero no lo habéis explicado bien". Pues eso, que hay que hacerlo mejor al hablar de impuestos, de prestaciones a parados, de economía sostenible, de financiación autonómica y estatutos reformados, de inmigración, de TDT, de aborto, de libertad religiosa, de política internacional... y, por supuesto, de qué hacemos en Afganistán.
Publicado por Pérez Tapias